EL HIP HOP EN LAS BATALLAS DE FREESTYLE
¿Dos mundos separados? Los elementos identitarios de una cultura que supo cobijar a la disciplina se convierten en un bien preciado dentro de una industria creciente.
Por: Matías De Rose (@matiasderose)
La industria del freestyle se encuentra en su mayor punto de inflexión en años. Inmersa en un constante proceso de análisis y reflexión interna en búsqueda de oportunidades de mejora, la escena actual reclama cambios y métodos de actualización ante un rumbo que podría tornarse incierto. No obstante, este contexto no apunta solo a la tradicional disputa de enfoques (arte vs deporte) sino a una representación de identidad que se presenta algo indefinida.
Luego de su exhibición en FMS México, Stigma reinstaló esta problemática en directo con el canal de Urban Roosters. En aquella charla, el MC chileno debatía con sus compañeros acerca de la convivencia entre los distintos perfiles de competidores: los que se identifican con una esencia estrictamente rapera y los que se podría definir como ‘batalleros’. Esta habitual discusión, que se acentúa de manera cada vez más contundente ante las exigencias de los formatos competitivos, plantea la necesidad de un nuevo escenario.
El campeón nacional chileno cree que ha habido una emigración de raperos dentro de las batallas de freestyle, en donde en algún momento ha existido un camino mutuo que se terminó por bifurcar. “El Hip Hop como cultura y movimiento es algo más profundo que una batalla. Yo vengo de una escuela muy rapera, incluso purista, y como tal, yo creo que segregaba”, reconoció.
Una de las claves para entender este análisis es la diversificación que hubo en el público de las batallas a partir de la masificación de espectadores, los cuales comenzaron a poner sus ojos sobre un ámbito que era un nicho casi exclusivo de raperos. En efecto, la escena del freestyle se tornó un espectáculo accesible para un amplio abanico de adeptos con edades, intereses y gustos musicales variados.
“El freestyle es una expresión que nace espontáneamente en el Bronx y, paralelamente, las batallas se dieron. Inician con la expresión del rap, con las crews de brakers, cuando Grandmaster Flash y Furious Five compiten contra otros”, explicó Stigma. Sin embargo, el chileno considera que la importancia de la discusión no radica en la presencia o ausencia del Hip Hop en las batallas sino en la representación de identidad de cada competidor.
Una reflexión que le ha merecido un nuevo interrogante: “¿Segregamos a las personas que no son ‘hiphoperas’?” —se preguntaba el MC— “Eso de ser muy purista es muy cuadrado”, reconoció. “Es tan ambiguo esto que se vuelve un deporte y cualquier persona que no sea ‘hiphopera’ puede practicarlo. Ahí hay que volver a los principios del Hip Hop, que dicen que en la cultura no se discrimina a nadie. Estoy abierto a que cualquiera pueda rapear pero de ahí a que esa persona represente al Hip Hop…”.
No son pocas las voces que se han alzado en coincidencia con este pensamiento acerca del rumbo que fue tomando el circuito de competencias. Basta con rememorar la célebre frase de RepliK “El rap no tiene formato”, en la que también se encolumnarían otros destacados raperos como Bnet, Daniel Ribba o Jaze, entre otros. El MC peruano cree que “en el momento máximo de masificación se pudo ver una comunión” entre los distintos perfiles, pero considera que “hay muchos raperos que ya no se interesan en las batallas”.
Con esto no se pretende afirmar que ‘todo tiempo pasado fue mejor’, tal y como reza el dicho. De hecho hay algunos contados ejemplos en la élite que aún mantiene vivo al rap. Cabe señalar también que la escena underground del freestyle —con todas sus corrientes y dificultades— se excluye de esta discusión al mantenerse alineada con una fuerte representación identitaria. La industria ha tenido grandes avances a nivel artístico, técnico y profesional, aunque también tiene por delante el desafío de recuperar una parte de su esencia.
Foto de portada original de Red Bull Batalla.