FREESTYLE, MADRID, UNA VEZ MÁS

Por segunda vez en poco más de dos meses una internacional llegaba a la capital española. Como estrellas de rock del siglo XX, God Level volvería a llenar otro estadio para presenciar nuevamente un espectáculo que reafirma el movimiento hispano en Europa.

Por: Jesús Díez (@jdiez08)

España no es Argentina ni Chile, a pesar de ver crecer a muchos de los raperos históricos del habla hispana, sus calles no desprenden el olor a hip hop que se vive en algunos países latinos, no es común pasear por barrios en los que de fondo resuenen los graves producidos por un bombo y para encontrar el underground, en ocasiones hay que buscar más de lo deseado. Sin embargo, el desembarco de God Level en la capital española no solo se encargaría de llenar un estadio con trece mil almas, sino que ese día las calles madrileñas volverían a respirar freestyle.

“Puede que algunos de ustedes se dirijan al Palacio Vistalegre en este mismo momento, pero para los que no sepan de qué les hablo, vengo a dejarles una muestra de lo que se vivirá allá esta noche”, estas palabras fueron las encargadas de romper los chirridos y las características caras tristes del metro para dar paso a sonrisas de todas las edades que se verían involucradas en la improvisación del desconocido protagonista,  y es que quizás, a más de alguno también le vinieran a la mente algunas de las sensaciones vividas tan solo un par de meses atrás con la  gran celebración de Red Bull.

Con la famosa discusión de sus beneficios y perjuicios, el freestyle no es ajeno a casi ningún sector a día de hoy, traerá elementos que chocan con el espíritu del movimiento hip hop, pero que la llegada de algo tan grande como una internacional infle este espíritu para contagiar el hecho de rapear en colectivos, metro o cualquier otro punto de la sociedad de a pie, tiene un mérito y una razón por la que estar orgulloso de lo ya conseguido.

Y es que, la llegada de God Level a España no solo supuso el fin de una gira, God Level es y debe de ser una primera piedra, un ejemplo para cualquier organización que se atreva a cruzar el charco con todo un equipo internacional (y con todo el caché que eso supone), para saber que España responderá, con un Meet & Greet abarrotado, unas gradas sin huecos visibles y unas colas durante horas previas que llenarían la pista de un escenario tan imponente como el Vistalegre.

Si se respiró el mejor de los ambientes del freestyle no solo fue por la asistencia en masa, desde dentro se pudo presenciar un público con el único objetivo de disfrutar, desde la locura desatada en las intervenciones de Zaina, hasta los aplausos unánimes hacia El Menor, que agradecería tras su brillante actuación, la bienvenida que Madrid había ofrecido a estas jóvenes estrellas que marcarán el futuro del panorama.

Un público emocionado con el “hasta luego” de una leyenda de la talla de Aczino, leyenda incluso al perder su batalla frente a los locales, dejando la postal más significativa en lo que va de año. El mismo público que guardaba silencio tras presenciar por las pantallas la despedida (por el momento), del mejor freestylero que se ha parido, para reconocérselo con un atronador aplauso final que llegaría hasta sus oídos en el backstage.

Una vez más y en la época donde más factores externos al movimiento están teniendo la importancia que no merecen, el freestyle y sus valores se abrieron paso, y España respondió con creces para que las batallas sigan siendo ruido y respeto, premio a la valentía de realizar así grandes competencias alejadas de tierras latinoamericanas.

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