EL GOL EN EL FREESTYLE: ¿PUEDE SER UN DEPORTE?

Con el paso de los años el freestyle ha crecido y se ha masificado, de manera que se han creado competencias como la Freestyle Master Series (FMS), en donde hay un formato más claro y estructurado. Su transformación ha proporcionado un giro profesional, y con éste se abre cada vez más el debate respecto a si es o podría ser un deporte. Si bien tiene rasgos similares, sus raíces se remiten a un movimiento de esencia artística y sociopolítica que se contrapone a su crecimiento como una disciplina rígida.

Por: Lola Barón y André Espinosa

Existen diversas perspectivas y argumentos: hay quienes dicen que es un deporte mental, algunos otros sostienen  que ya es un deporte y sencillamente no está reconocido, otros aseguran que no puede ser un deporte porque este concepto implica movimiento físico y otros quienes argumentan que es contrapuesto a su esencia artística. Usualmente estas posturas lo plantean como un movimiento aislado, es decir, como si fuera decisión propia el hecho de que el freestyle sea reconocido como deporte, sin embargo, en realidad depende de organismos institucionales y factores externos.

El deporte, de acuerdo con la Sportaccord, es una actividad que debe incluir un elemento de competencia, debe ser independiente del azar, no puede implicar un riesgo para la integridad de los participantes, ni para un animal o ser vivo y, además, no puede depender del equipamiento de un único proveedor.  Están divididos en cinco categorías: deportes sincronizados o coordinados, motorizados, físicos, deportes mentales y con asistencia animal. Esta definición y división está respaldada por organismos deportivos internacionales, como el Comité Olímpico Internacional (COI), la International Mind Sports Association (IMSA) y otros.

Por sus características, el freestyle se acerca más a la definición de deporte mental, puesto que explota el esfuerzo del pensamiento, se inclina más por el carácter de una estrategia mental y, evidentemente, no se vale de algún instrumento motorizado, animales ni exige esfuerzo físico. La prominente diferencia entre los deportes mentales y el freestyle, es que existen federaciones internacionales de bridge, juegos de cartas, ajedrez, go, xiangqi, mah jong y las damas, mientras que de las batallas de rap no.

Desde luego, se podría crear este organismo para la improvisación, similar a la Freestyle Rap Federation (FRF), pero tendría que afrontar el conflicto de la universalidad, es decir, el freestyle no es practicado en un mínimo de 75 países y cuatro continentes por hombres y en un mínimo de 40 países y tres continentes por mujeres, como lo exige la Carta Olímpica en su capítulo 5, además de que el idioma supone un problema extra. Sería muy difícil evaluar y practicar una batalla entre, por ejemplo, un japonés y un español, porque lo más probable es que ni siquiera entre ellos mismos puedan comprenderse.

El freestyle no tiene un lenguaje universal como el del fútbol o la natación. En este sentido, incluso el breaking está más cerca de ser un deporte olímpico. Se realizó la prueba del break dance como parte de los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018; para lo que tuvo que haber sido admitido por el Comité Olímpico Internacional siete años antes, según lo establecido por el mismo. El freestyle no lleva tanto tiempo como el break dance en el camino a convertirse en un deporte, sino que es un debate aún bastante fresco y que tiene muchísimo por recorrer.

El punto obvio de convergencia del freestyle con el breaking es el hip hop, el cual les provee de esencia y valores; éstos están reflejados en todo el movimiento y escritos en el Evangelio del Hip-hop, publicado en 2009 por KRS One con la editorial Powerhouse. Este texto se puede comparar con la Carta Olímpica, que expone los valores del movimiento Olímpico. Las maneras en que cada uno difunde sus valores también son distintas; por un lado, uno apunta a todo lo que es el deporte, la competitividad, constancia y la disciplina, mientras que el hip hop lo lleva más por el lado cultural, artístico y de estilo de vida. 

Dicho esto, si el freestyle busca convertirse en un deporte, lo más probable es que deje atrás parte de su esencia y se acerque más a lo que es el movimiento olímpico. Por otra parte, los deportes tienen claro cuál es su objetivo y método de puntuación; por ejemplo, en el basquetbol, si la anotación se realiza desde dentro del área se suman dos puntos y al anotar desde fuera del área se suman tres puntos. En el caso del fútbol, el gol vale lo mismo desde dentro, como fuera del área, sea con los pies, con la cabeza, la cintura e incluso, en algunas situaciones, con la mano. 

La gimnasia artística y el patinaje, por su parte, también dan lugar a la creatividad independientemente de que tienen establecido un parámetro de evaluación. En el patinaje, por ejemplo, cada participante tiene un programa corto y uno largo, y aun así los jueces son estrictos respecto a la técnica y ejecución. Es decir, lo artístico pasa a ser el complemento imprescindible; pueden no evaluar la creatividad, pero la técnica, la armonía, interpretación y transiciones no son negociables. Mismo caso de la gimnasia artística; la ejecución es importante.

Precisamente éste es otro problema: no se sabe con exactitud qué es el gol en el freestyle. No existe un criterio objetivo sino que los punchline, las rimas y skills quedan a la interpretación del jurado; si bien pudieran entenderlo todos de una manera, hay un contexto de por medio, criterios personales y gustos; es decir, mientras algún jurado valora con un 4 la métrica, si no hay un punchline contundente, para otro jurado se convertirá en un 3. El freestyle necesita esclarecer los sistemas de puntuación para poder acercarse a la precisión y “objetividad” a la hora de definir un ganador para que sea un deporte.

De esta manera, el freestyle necesita consolidar una federación internacional para que establezca el criterio de evaluación y controle la organización mediante subdivisiones o asociaciones para cada idioma. Al concretar el método de puntaje, se obtiene la ventaja de reducir las subjetividades y decisiones controversiales en las competencias. Aun así, la concepción del freestyle como un deporte mental tiene sus ventajas, así como repercusiones negativas, pero, ¿es mayor el beneficio?

Entre las ventajas, la más destacable es que el freestyle ganaría mucha más popularidad e importancia, dejaría de ser visto como un “juego de vagos” o “batallita”. Muchas personas ajenas al movimiento lo ven como una pelea verbal de simples insultos, albures y vulgaridades. Gracias a la masificación, empezarían a mostrarse todas las destrezas y habilidades que existen en el freestyle. Más allá de los recursos básicos, se podría apreciar el uso de figuras literarias como el calambur, anáfora, hipérbole, entre muchas más.

Asimismo, se daría pie a una apertura del perfil de competidores, no serían únicamente freestylers, sino que quizá podrían incluirse payadores, poetas y otras figuras que se asemejen. Otra de las ventajas es que con la instauración de un sistema de puntuación, también se establecería una metodología para la certificación de jueces con base en datos duros, es decir, a través de una forma de evaluación estadística aplicable y comprobable se podría determinar quiénes son aptos para evaluar rimas al momento.

La primordial desventaja de que el freestyle sea completamente transformado en un deporte es que perdería una parte importante de su esencia underground y se adaptaría a lo que implica el movimiento olímpico, incluyendo sus valores. En palabras de Replik “el rap no tiene formato”, de manera que se contrapone a una disciplina deportiva. El rap -el hip hop en general- nació como una vía de expresión para cualquiera que decida tomarla; al concretarlo cual deporte ésta vertiente sería modificada. No se trata exactamente de censura, pero sí de una regulación en el vocabulario.

En el video “¿Cómo funciona la mente de un freestyler?” de Red Bull Batalla de los Gallos, el doctor Alfonso Gil Martínez, fisioterapeuta e investigador en el Hospital La Paz, explica que  para llevar a cabo la improvisación se necesita que ciertas zonas del cerebro tiendan a inhibirse. En otras palabras, para que “se encienda el piloto que permite fluir es necesario apagar el botón de la crítica interna”.  Gracias a las regulaciones extra que implica la actitud deportiva, sería distinto el desempeño de los freestylers, puesto que sería necesario que no apaguen ese botón.

A manera de conclusión, el freestyle cumple con algunas características del concepto de deporte, por lo menos con siete de doce (o quizá más); aunque en realidad, está muy lejos de ser una disciplina deportiva. Además de no cumplir con algunos requisitos, aparte de las cortas o amplias posibilidades de ser un deporte, si buscara ese camino estaría perdiendo más de lo que gana. El freestyle abandonaría una parte enorme de su esencia e independientemente de las ventajas, de lo mucho o poco que gane, no resulta conveniente perder ni la más mínima parte de sí. El movimiento en su estado artístico ha prevalecido y así debe continuar.

 

 

 

 

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