PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Un objetivo de distintos partícipes de la escena de batallas siempre ha sido su capitalización ¿Cómo ha afectado al circuito esta cuestión, históricamente?

Por: Carlos Uribe (@charlesmeleon)

En años recientes han surgido un sinnúmero de mercados que probablemente nadie se imaginaba a inicios de los 2000. Uno de ellos, posiblemente el ejemplo más claro es el de “creadores de contenido”, en especial en plataformas como YouTube y Twitch, algo que había iniciado como un pasatiempo. Lugares en donde podías subir acontecimientos graciosos o aquellos famosos “videoblogs” que comenzaron a ganar mayor popularidad, fueron la oportunidad para muchas personas de cambiar su vida. Monetizar, crear empresas, nuevos proyectos y -en muchos casos- modificar la situación socioeconómica en la que se encontraban.

El freestyle fue parte de este fenómeno también. Muchos chicos que iniciaron rapeando en los parques ahora pueden decir que viven de improvisar. Gracias a la viralidad que fueron cobrando las batallas, precisamente en sitios como la plataforma de videos de Google, un público cada vez más grande fue interesándose por la disciplina. Con más y más visitas cada vez, y competencias que cobraban gran relevancia dentro y fuera de su país como Red Bull o El Quinto Escalón, también llegó el dinero por medio de premios patrocinados, ventas de entradas, ingresos por las reproducciones, etc. Además de postularse como un medio por el cual un MC podía ganar suficiente popularidad para lanzar su música, el freestyle se iba haciendo un lugar en la cultura pop de la época y podía augurarse un futuro en el que se vieran beneficiados todos, desde organizadores hasta raperos.

Aquí es cuando comienza una época próspera en todos los aspectos, principalmente entre 2016 y 2019, donde competencias sin el poder adquisitivo de Red Bull ya eran frecuentes y se hacían de un lugar dentro del panorama. Esos años en los que se produjeron rivalidades icónicas como las de Dtoke y Arkano, Aczino y Wos, Papo y Kodigo, Chuty y Aczino, fueron señal de calidad y viralidad. El auge de la disciplina, no ocurrió de un día para el otro, ni salió de la nada, muchas personas se partieron el lomo por años para que el freestyle pudiera alcanzar este punto. La variedad de torneos daba pie a que estilos distintos se desarrollaran, a que sangre nueva pudiera medirse con los veteranos del circuito y el ansia por ver cruces inéditos entre MCs de diferentes nacionalidades.

Durante ese período de prosperidad, se realizaron una gran cantidad de internacionales que contaban con carteles top como God Level, Doble AA, BDM y obviamente Red Bull. Fueron la cúspide a la que se aspiraba, pero, aún en este punto, muchos freestylers necesitaban de otros ingresos económicos para subsistir.

Fue con el surgimiento de la Freestyle Master Series, en 2017, que las cosas cambiaron por completo. Antes, se pagaba por evento individual en el que se participaba, pero FMS te garantizaba nueve jornadas de actividad, resultando un torneo que podía tardar más de un año en disputarse en su totalidad. Aunque esto ya parecía algo sin precedentes, Urban Roosters también implementó un sistema de ascenso, en donde cualquiera podía aspirar a ser parte de los diez mejores de su nación. Sin embargo, a pesar de que el ascenso estaba abierto para todos, las competencias que lo conformaban eran pocas, en su mayoría las de nivel más alto, que ya llevaban detrás un filtro como las regionales. Por lo que tuvimos en los primeros años a ascendidos como Walls, Force o Bnet, quienes brillaron en los escenarios más exigentes del país y habiéndose enfrentado en más de una ocasión a los participantes de la propia FMS, como la conocida final de Red Bull entre Chuty y Force o aquella recordada Walls vs Invert.

Gracias a FMS y Urban Roosters, el freestyle fue inclinándose más por el lado de “profesionalizar” el freestyle. El tener un formato muy claro, y el gran impacto que tuvo en toda la escena del freestyle, generó cambios en cómo se hacían las cosas tradicionalmente, empezando por el sistema de votación. Los famosos “4” para referirse a una rima de un nivel superior y el valorar aspectos como la coherencia o dobles sentidos comenzaron a hacerse más presentes en las batallas, pero también dentro de la comunidad en redes sociales. No era extraño ver a seguidores votando batallas de otras competencias con el sistema de FMS.

Aquí es donde comienza a crearse un problema que no se vería totalmente evidenciado hasta hace un par de años. Con la oportunidad de poder vivir del freestyle a través de FMS, los MCs fueron adaptando su estilo a lo que se valoraba en este formato. Competencias importantes como las BDM Gold, Supremacía Nacional, Gold Battle y otras más, ahora se traducían en puntos de ascenso, por lo que muchos iban con la intención de ganar no por la gloria sino por las unidades que otorgaban para el escalafón. Además, la mayoría de los miembros de los planteles de las FMS, dejaron de presentarse a estos otros escenarios. Por lo que no llegaba a haber estas interacciones que podían resultar tan emocionantes años atrás. Quizás Red Bull fue el único lugar en donde esta magia se siguió haciendo presente. Porque en el inconsciente popular, sigue siendo LA competencia a ganar, el verdadero mundial.

En algunos casos concretos, resultaba intrigante ver posibles enfrentamientos entre Chuty y Walls o Bnet, una vez que estos ascendieran; Nacho y Papo también crearon su narrativa en una final nacional de Red Bull. El ecosistema se encontraba repleto de perfiles distintos, historias que los seguidores y los propios MCs alimentaban a través de las competencias o declaraciones fuera de las mismas. Todo esto fue perdiéndose con el pasar de los años o se mantiene entre los mismos personajes todo el tiempo. Batman y Superman son sumamente amados por sus fans y por supuesto que emociona verles enfrentándose, pero si esto se diera todos los años, probablemente iría perdiendo el interés y las narrativas comenzarían a agotarse.

Un término sumamente necesario para continuar es: “trabajo”. El freestyle dejó de ser una actividad que se hacía meramente por pasión, ya que ahora constituía un ingreso económico del cual, seguramente, muchos de los involucrados y sus familias dependían. Que no se malentienda, no necesariamente esto implica que la pasión se pierda, pero sí cambia la perspectiva con la que se realiza ¿Cuántas veces hemos deseado no levantarnos de la cama, pero lo hacemos por tener que ir a trabajar? Tenemos una obligación y en muchas ocasiones esto termina repercutiendo en nuestro desempeño. Competidores como Blon han mencionado en distintas ocasiones que, de no ser por la paga, probablemente no continuarían en el mundo de las batallas y, a pesar de que nunca se ha discutido su nivel en la tarima, sí deja mucho para pensar ¿Cuántos casos más habrá como estos dentro del circuito?

Y sí, con un creciente mercado también llegan las personas dispuestas a invertir. El freestyle dejó de ser únicamente una expresión artística y de entretenimiento, para convertirse en lo que es ahora -en mayor parte-: un negocio. Cada vez más competencias, en cuales casi siempre figuraban los mismos rostros -al menos en un inicio-, se traducían en mayores ingresos monetarios. Yendo a un hipotético ejemplo ¿Por qué hacer una sola God Level al año, si se pueden organizar cinco fechas en un mes y medio a lo largo de diferentes países de Latinoamérica? Más eventos producidos en masa, implicaban más dinero.

Aunque a muchos no les guste al expresión de “futbolizar” el freestyle, quizás sí es necesario rescatar lo que se intenta decir. El fútbol es un deporte el cual se practica en todo el mundo, pero no por eso transmiten por televisión los partidos de las canchas amateurs de un barrio al azar. Se invirtió en que el fútbol fuera algo más, que fuera un show. No se habla solo de lo que pasa en la cancha, tenemos cientos de noticias diarias sobre declaraciones polémicas, fichajes, amaños. Y en efecto, también tenemos jugadores que sólo lo hacen por trabajo, como Carlos Vela o Gareth Bale.

Realmente, es erróneo afirmar que el freestyle se “futbolizó”. Más bien, habría que referirse a que el circuito de batallas se “capitalizó”, como se hizo -en el caso de este paralelismo planteado- con el fútbol. Ahora tenemos tres o cuatro eventos por semana, muchos de ellos transmitidos en vivo y, aunque quisiéramos creer que hay público para todo ello, la realidad es que no hay lo suficiente. El exceso de oferta es contraproducente. Más eventos no es igual a más dinero, y mucho menos si todos los eventos son iguales.

Un claro ejemplo es el de el fallido intento de UBeat con God Level y USN por imponer un sistema pay per view (“pagar para ver”). No es lo mismo suscribirse a un canal de Twitch de manera voluntaria, o ser miembro de un canal de Youtube, que pagar forzosamente para espectar una competencia. Por supuesto que esto se hace en deportes enormes a nivel mundial como la lucha libre, el boxeo o las artes marciales mixtas, pero resulta mucho más complicado en un mercado menos establecido, y en el que el público general no cuenta con un poder adquisitivo que permita estos consumos.

Sin embargo, este momento representa una gran oportunidad. Nos encontramos en un punto de inflexión que requiere la participación de cada uno de las áreas que conforman el mundo de las batallas de freestyle. El cauce natural del río tendrá predominancia, y todos los actores autorregularán la disciplina para que tenga el futuro orgánico que procede.

No se necesitan siete ligas de doce competidores para luego llegar a una internacional de dos días, con más de trescientas batallas (esto es real) para al final poder conocer al campeón mundial. Se necesitan competencias con identidad propia, en las que no necesite hacer puros “4” para conseguir 10,000 puntos del ranking.

“Profesionalizar” el freestyle es un acto noble y necesario, ha sido un trabajo de más de una década, el cual ha permitido a muchísimas personas vivir una vida mejor, pero el cambio es también parte de la vida.

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