EL BREAKDANCE EN LAS OLIMPIADAS: ¿PODRÁ EL FREESTYLE LLEGAR ALGÚN DÍA?

A raíz de la posibilidad de que el breakdance sea incluido por el Comité Olímpico Internacional (COI) en la lista de deportes para París 2024 nos preguntamos si existe la posibilidad de que el freestyle pueda seguir la misma línea en un futuro no muy lejano.

Por: @natanielpeirano

Hace pocas horas el Comité del Programa Olímpico para los Juegos Olímpicos (JJOO) de París 2024 recibió la propuesta de que el breakdance sea una de las cuatro disciplinas a incluirse. Con apoyo de las 19 federaciones miembro del COI y el antecedente de haber formado parte del programa de los Juegos Olímpicos de la Juventud realizados en Buenos Aires, existe una gran oportunidad de que haya una votación favorable en diciembre de 2020 y el breaking finalmente se convierta en un nuevo deporte olímpico. Es una apuesta para insertar nuevamente al público más joven en los Juegos y renovar la imagen.

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El año pasado, en los JJOO de la Juventud, el breakdance fue la gran novedad del evento. Compuesto por bailes improvisados con música al azar, enfrentamientos individuales o por equipo y un jurado de cinco logró entretener a miles de personas. Los jueces unificaron criterios y evaluaron teniendo en cuenta la creatividad, personalidad, técnica, variedad, actuación y musicalidad.

Teniendo en cuenta este caso, ¿el freestyle podría llegar a ser deporte alguna vez? La respuesta depende de diversos factores. Manuel García Ferrando, escritor y sociólogo valenciano, define el deporte desde tres elementos: debe ser una actividad física y/o intelectual, con naturaleza competitiva y reglas institucionalizadas.

Las batallas no son una actividad física, pero si intelectual. El acto de improvisación requiere que el cerebro active regiones vinculadas a la motivación, la organización y la integración. Todos sectores vinculados al proceso creativo, ubicados en la corteza prefronal medial. Sin tener en cuenta el aspecto científico, el competir contra otra persona requiere una estrategia, un conocimiento previo del rival y una actitud orientada a vencer por lo que uno debe emplear una serie de conocimientos y habilidades para imponerse a su adversario. El uso del intelecto es uno de los pilares fundamentales. El ajedrez en este aspecto es bastante similar y un ejemplo valido.

En el freestyle hay competitividad. Hay miles de competencias distribuidas por todos los países de Latinoamérica y España, de mayor o menor importancia. Hay una convocatoria, un público que concurre o ve las batallas vía streaming y una gran afluencia de competidores.

Las reglas son básicas. Los competidores pueden emplear cualquier tipo de rima, independientemente del beat. No existen limitaciones por excepción del contacto físico. A la hora de evaluar se tiene en cuenta la musicalidad, la improvisación, el contenido de las rimas y la respuesta al momento. También influye la utilización de las diferentes técnicas como el doble templo, las métricas, los calambures. Sin embargo, los jurados tienen criterios diferentes ya que los gustos personales interfieren. Existe una organización madre, la Freestyle Rap Federation (FRF), que ayuda a los principales eventos a seguir profesionalizándose y establece un reglamento. Su influencia más fuerte recae en el mayor torneo de Urban Roosters, la Freestyle Master Series y en los torneos que permitan acceder a ella mediante el Ranking de ascenso. El paso para la profesionalización está dado, pero la FRF no ha alcanzado la universalidad necesaria ya que no hay un solo sistema de puntuación ni de competencia. Hay variaciones en la cantidad de rondas y en los conceptos que se piden, aunque cada vez se acercan más.

¿El freestyle puede llegar a ser considerado un deporte? Sí, pero no en el estado actual. Hay un reglamento que debe llegar a todas partes y hay que unificar tanto métodos de evaluación como de formato. El caso más similar es el breakdance, una de las ramas del hip hop, que pudo superar esta barrera. En el corto plazo parece que las cosas en el freestyle no van a cambiar. No es que exista una necesidad. Se está generando espectadores, dinero y un creciente movimiento sin estar avalado como deporte con todo el aparato comercial que eso conllevaría. Hace poco tiempo el debate pasaba por si era correcto que un competidor fuese patrocinado. Eso ya forma parte del pasado. Ahora la cuestión es otra. El mundo de las batallas debe plantearse si aspirar a ser un deporte es un paso hacia adelante o ya se ha progresado lo suficiente en materia de organización.

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