
J1: la ambición del debutante y el eco de la trascendencia
Para J1, el plan era un debut y despedida: usar Red Bull Batalla como trampolín para convertirse en el primer campeón internacional colombiano y luego dedicarse por completo a la música.
La noche del 2 de octubre, en la tarima del Movistar Arena, Juan José Quintero parecía el hombre más sereno de Bogotá. Mientras lo presentaban, el debutante de 22 años se quitó los in-ears y lanzó una mirada desafiante al público. No fue un gesto de arrogancia, sino una declaración de intenciones: convertir el vértigo del escenario más grande del país en combustible puro.
Desde su primera batalla, un coro tímido empezó a crecer hasta convertirse en un estruendo: “¡J1, J1, J1!”. El menos conocido de la lista se convirtió, en cuestión de minutos, en el campeón del pueblo.
Pero para J1, el verdadero objetivo esa noche no era ganar un título. Era cumplirle una promesa al “Juan chiquito” que soñaba con hazañas imposibles y demostrarse que podía usar la plataforma más grande del freestyle como trampolín simbólico hacia su vocación definitiva: la música.
Su arco narrativo, forjado en la hostilidad creativa de las plazas, estaba llegando a su clímax. Era la superación del estigma de “pecho frío” y la culminación de una visión en la que Red Bull Batalla no era un destino, sino un escalón hacia el adiós.
J1, freestyler bogotano de 22 años, consiguió el subcampeonato de Red Bull Batalla Colombia en su primer intento. Créditos: @fernandocongafas.
El origen: ser artista antes que competidor
Para entender la mentalidad de J1 en el Movistar Arena hay que reconocer que su identidad artística precedió a la competitiva. El freestyle no fue el inicio, sino una herramienta en un camino que ya había comenzado.
Empezó a escribir canciones a los 12 años y su encuentro con las batallas fue casi accidental. Mientras buscaba instrumentales en YouTube, se topó con un recopilatorio de batallas argentinas. Un video titulado, si recuerda bien, “Niños insultando a adultos” le abrió la puerta a un universo que complementaría su pasión original.
Su debut competitivo estuvo a punto de no ocurrir. Esa noche, J1 se vistió para ir a una competencia en Suba, bajó las escaleras de su casa y, justo cuando iba a abrir la puerta, el miedo lo paralizó. “Ush, ¿será que sí voy?”, pensó. Se dio la vuelta y volvió a su hogar. El pánico escénico ganó.
Poco después, en diciembre de 2019, un amigo le envió el flyer de una competencia de Apriorismo, en el skatepark del Movistar Arena. Esta vez sí fue. Llegó a semifinales: una experiencia suficiente para encender la chispa. “Bueno, aquí hay algo”, se dijo. Aquella duda inicial se convirtió en el punto de partida de una batalla interna que culminó en la seguridad que proyectó en la nacional de Red Bull.
La plaza que verdaderamente moldeó su carácter fue Esencia del Subterráneo. Allí, frente a un público disperso, más inclinado a socializar que a escuchar, J1 aprendió a dominar a la gente. Su habilidad para captar la atención en un entorno adverso le dio las herramientas para manejar la presión de cualquier tarima. En ese ecosistema se midió contra figuras ya consolidadas como Neg, Marco y el bicampeón nacional Elevn.
Antes de Red Bull, su carrera fue una sucesión de peldaños que consolidaron su confianza. Entre sus hitos clave se encuentran la victoria contra la leyenda de plazas Lumiere, la clasificación a Supremacía venciendo a Mega, el triunfo en la DEM contra Napalm y las semifinales en FMS Under. Cada uno de estos logros no fue un fin en sí mismo, sino la confirmación de que su norte artístico y su crecimiento personal iban por el camino correcto.
Contra Coloso, en Código de Barras, J1 demostró su verdadero potencial. Video: Vive Free.
El arco del “pecho frío” y la transformación mental
El mayor rival de J1 siempre estuvo dentro de su propia cabeza. Su camino hacia la final nacional fue la crónica de un “efecto dominó” mental, donde cada pequeña victoria de autoconvencimiento derribaba la siguiente barrera.
J1 cargó durante años con la etiqueta de ser un “pecho frío”. Reconocía que perdía finales importantes no por falta de nivel, sino por una fragilidad mental que lo saboteaba en momentos clave. El punto de quiebre llegó en Asimétrico Freestyle, el torneo universitario que le daría el cupo a Red Bull.
La noche anterior se repitió una frase que lo cambiaría todo: “o gano o me quedo siendo un hijueputa segundón toda la vida”. Ese día, su victoria fue aplastante, pero el momento decisivo ocurrió en la final, cuando tuvo que improvisar un remix de la canción Bilbor, de Esteban Rojas. En lugar de batallar, su instinto artístico tomó el control.
“Como ahorita estoy más enfocado en la música, me fluyó más como si estuviera haciendo un tema”, explicó. Fue la primera prueba de que su mentalidad de músico era su mayor arma competitiva.
“Quiero llenar el Movistar Arena: la primera con freestyle y la segunda con temas”, dijo J1 en la final de Asimétrico. Créditos: @fernandocongafas.
Para J1, el ego no es vanidad, sino un interruptor que activa un “sentido de supervivencia”. El día de Asimétrico, se despertó con una certeza absoluta: “es imposible que alguien me gane”. Esta mentalidad fue el resultado de una progresión deliberada, una secuencia de afirmaciones: primero se asumió como “el mejor de Suba”, luego como “el mejor bogotano activo” y, finalmente, como “el mejor de este maldito país”.
Su mantra antes de la nacional desconcertó a muchos: “Ni siquiera ganando me iría conforme”. La frase no era una pose, sino la expresión de una meta mucho mayor. Su verdadero objetivo no era el campeonato nacional, sino convertirse en el primer campeón internacional colombiano. Esta ambición superior le quitaba presión, pues no competía por un cupo para el año siguiente, sino por un destino que él mismo había manifestado. Su plan era claro: “Solo quiero llegar, ganármela y ya ponerme a hacer música”.
De hecho, a su gente más cercana les decía: “yo todavía no he quedado en Red Bull porque el día que me seleccionen, me la voy a ganar”.
Con una seguridad sorprendente, J1 dijo a El Estilo Libre en el Media Day: “yo lo que quiero es ir a ganar, como a recoger el premio y ya”. Créditos: @fernandocongafas.
El debutante que conquistó el Movistar Arena
El recorrido de J1 en la Final Nacional de Red Bull Batalla fue un acto de afirmación. Su conexión con el público no fue un golpe de suerte, sino la consecuencia directa de una mentalidad construida para ganar.
Su popularidad fue deliberada y respaldada con datos. Ante las críticas por localía, su argumento es claro: “Si hacemos la comparativa antes de la nacional, yo era top tres con menos seguidores en Instagram”. Su conexión fue una habilidad, no una ventaja preexistente. “Si me gano al público en todos los eventos, no es una casualidad. Es mi poder dentro del freestyle“, reflexiona.
Su competencia mental comenzó desde el instante en que fue presentado. Se quitó los in-ears, miró a la multitud y la retó. Ese gesto, junto con una primera entrada arrolladora, generó un vínculo instantáneo.
“Mano arriba, de la gente que me vino a ver,
que vino a ver a Juan en Bogotá D.C.
¿Manito, se trabó? Pues lo pongo a perder,
diez años rapeando, parece que el debutante es usted”.
J1 se enfrentó a Airon en octavos de final de la nacional colombiana. Video: Red Bull Batalla.
Su paso por la nacional fue una lección sobre cómo construir una narrativa. En cada batalla, se consolidaba su figura de underdog destinado a la gloria. En octavos eliminó a Airon, el competidor más experimentado del evento. En cuartos, superó a Coloso, el vigente subcampeón. En semifinales, se impuso a Puppy, una de las grandes caras de la nueva generación.
En la final se enfrentó a la máxima leyenda del freestyle colombiano: Valles-T. Su mentalidad fue de respeto, pero no de sumisión: “Yo lo respeto mucho, pero tengo que tener carácter”. Al terminar la final pensó que ganaba la batalla directa: “hasta me quité los in-ears“, confiesa.
Pero la verdadera batalla se libró en un plano filosófico. Cuando Valles-T le dijo: “ser favorito un día es fácil, a ver, inténtalo diez años”, J1 pensó una respuesta interna que resume su proyecto artístico: “Es que usted lleva aquí diez años porque le toca, no porque quiere”.
Perdió el título, pero ganó su historia y validó su visión de trascendencia frente a la de permanencia.
“Valles-T es la maldita cabra para mí. O sea, yo ahí le estaba cumpliendo el sueño al niño”, dijo J1 a El Estilo Libre a la salida del Movistar Arena. Créditos: @fernandocongafas.
El legado de un subcampeonato
El subcampeonato alteró sus planes y generó una nueva tensión: el éxito obliga a reconsiderar el futuro.
“No les pido que me apoyen, les pido que me crean”. Esta frase, su estandarte, es una declaración sobre el poder de la manifestación. Resume un proceso de años creyendo en una meta que para otros parecía imposible. “Desde que empecé a rapear, llevo manifestando que voy a ser el primer campeón internacional colombiano”, afirma. Su actuación fue la prueba de que esa energía proyectada tenía un fundamento real.
Una de sus rimas más significativas habló de “la reconciliación entre la tarima y el parque”. Con ella, J1 cerró su recorrido desde el underground hasta el escenario más importante, demostrando que se puede llegar con el carácter de la plaza y competir sin miedo frente a las leyendas.
“Valles-T es la maldita cabra para mí. O sea, yo ahí le estaba cumpliendo el sueño al niño”, dijo J1 a la salida del Movistar Arena. Video: Red Bull Batalla.
Su ambición musical es aún mayor que la competitiva. Tiene como meta “ser el artista latino más escuchado del mundo”. Él mismo admite que suena imposible, pero usa esa meta como estrategia mental para que objetivos más cercanos, como ser el referente urbano de Bogotá, se vuelvan alcanzables. Es la misma lógica que aplicó en el freestyle: apuntar a la internacional para conquistar la nacional.
El subcampeonato no le hizo abandonar su plan de retiro; lo validó. Su idea nunca fue dejar de batallar del todo, sino “bajarle al ritmo” y ser más selectivo con los lugares a los que va. El resultado en Red Bull le otorgó el estatus para poder permitírselo. Por un lado, se siente “muy realizado”, pero por otro, reactivó al “niño competitivo”.
Su viaje no terminó: se transformó. La prueba quedó sellada con la última frase que pronunció tras el evento, con una sonrisa desafiante: “Nos vemos el otro año, gonorreas”.
El triunfo es un punto de partida
Horas después de la hazaña en el Movistar Arena, la verdadera celebración de J1 no fue en una fiesta multitudinaria, sino en la calma de su cuarto de hotel. Allí no buscó halagos de desconocidos, sino el reconocimiento de quienes hicieron parte de su proceso. Cada uno representaba un pilar del camino.
Estaban Machete, su “maestro”; Chosto, el amigo que lo acompañó a su primera batalla; y Riveros, colaborador de su primera canción. También estaban Lit Ignis, Ruffaz y Django, freestylers de su crew que un año antes habían clasificado a Red Bull y lo invitaron a ver la nacional desde el escenario, aun sabiendo que Juan merecía estar compitiendo.
En esa habitación, el subcampeonato dejó de ser un resultado, se convirtió en la confirmación de su tesis: la mentalidad correcta puede doblegar cualquier pronóstico. J1 no es la revelación de Red Bull Colombia; es un artista en tránsito que demostró que el verdadero triunfo no está en un trofeo, sino en transformar una victoria simbólica en el inicio de un legado.
De izquierda a derecha: Django, Lit Ignis, Ruffaz y J1, los soñadores de la crew NWO. Créditos: @dembattlescol.